Artículo de Juan Carrá sobre "Mayo. La historia dentro de un teatro"

“Mayo”, entretelones de la revolución inconclusa

por Juan Carrá*

    La historia siempre tiene, al menos, dos lecturas: la que trasciende para convertirse en bronce y aquella que queda socavada por el recorte de los vencedores. De esta última, miles son los protagonistas. Miles que suelen ser olvidados o que, incluso, ellos mismos no supieron que fueron parte. La acción o la omisión nos posicionan siempre.
    Este dilema es el que atraviesa un grupo de actores en los días previos a la Revolución de Mayo de 1810. A punto de estrenar “Roma salvada”, del iluminista Voltaire, el elenco estable del Coliseo Provisional de Comedias se ve en una encrucijada: obedecer los designios del Virrey y sacar de tablas la obra “subversiva”; o desafiar el orden establecido y continuar con el estreno.
   Dentro del elenco los actores se debaten entre esta dicotomía. Algunos, convencidos aceptan el rol social que les toca interpretar en los tiempos convulsionados y proponen continuar. Otros, ganados por el miedo, se definen como “actores” y prefieren quedarse al margen, como si eso fuera posible. En ese contexto, Mariano Moreno y Domingo French respaldarán a los actores ante los embates represivos de los esbirros de la corona.
    Este es el nudo dramático que ponen en escena los miembros del grupo “La Rosa de Cobre” cada viernes, a las 22, en el Centro Cultural América Libre. Con textos de Federico Polleri y dirección de Alejandro Arcuri y Esteban Padín, el grupo que supo conmover al público con la obra “La rosa de cobre, el secuestro de Roberto Arlt”, vuelve a provocar a la sociedad con “Mayo, la historia de un teatro”.
   Pero el debate en cuestión trasciende la historia planteada para interpelar a los actores de hoy y, sobre todo, llamar la atención sobre cuál es el rol histórico de aquellos que deciden subirse a un escenario.
   Con una puesta que no necesita de una escenografía descomunal, Arcuri y Padín logran crear un clima inmejorable para colocar al espectador en el asfixiante clima de revolución. La iluminación juega un rol determinante en esto. Por momentos, los actores se valen sólo de velas para, en un ejercicio corporal milimétrico, iluminar porciones de los rostros o los cuerpos, en un juego sutil de luces y sombras que configuran una tensión dramática exquisita.
   También el juego de temporalidades poco rígidas permite poner en escena porciones de historia que terminan sintetizándose en un mensaje contundente, ornamentado con humor inteligente y fidelidad discursiva.
   Párrafo aparte merece el trabajo de los ocho actores en escena. Federico Polleri, Belén Manetta, Carla Rossi, Pablo Guzzo, Gonzalo Funes, José Luis Britos, Alejandro Arcuri y Esteban Padín, todos ellos hijos del teatro independiente, se brindan sobre el escenario para conmover al público. Pero, además, demuestran un profesionalismo que coloca a la obra en un lugar de privilegio.
   Actores que se aferran a un concepto popular del arte, ponen en escena una obra que deja a los espectadores reflexionando sobre qué rol cumple cada uno de nosotros en la historia que nos toca vivir. En tiempos de frivolidades inconmensurables, “Mayo…” propone reflexionar sobre el teatro y sobre la historia.

*Juan Carrá es periodista del diario El Atlántico. La nota fue publicada el 21 de enero de 2011.

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